Una vez me contaron la historia de la casa, la historia de Sara, una chica hermosa pero muy muy enferma, hija de un poderoso terrateniente.
Al ser la enfermedad contagiosa, su padre construyó la casa para ella y la recluyó en el segundo piso, tenía decenas de sirvientes a su disposición, pero estaría encarcelada de por vida.
Sara salía a los balcones, miraba el inmenso campo, lloraba en silencio.
A veces me parece verla en esos últimos instantes, sus manos tocando el pasto húmedo, aferrándose a él, sus ojos cerrados, la noche perfumada atravesándola, su sonrisa...