Un hombre en medio de una habitacion inmensa, sin ningun mueble, una habitacion de paredes blancas y alfombra bordó, sin ventilación, sin una misera ventana, solo una puerta de madera en un extremo, cerrada. Parece estar esperando algo, camina de un lado a otro, murmura en voz alta, como si estuviera sacando algún tipo de cálculo, como si estuviera muy concentrado en algo, como si le resultara completamente normal estar allí encerrado, no hay nada extraordinario en el, es un tipo de unos 40 años, algo desgarbado, algo demacrado, lleva puesta una camisa rosada y un pantalon de vestir, en la espalda tiene una gran mancha de sudor que le quita elegancia, pero es que esa habitación es un caldo, es verano, afuera el sol, adentro el aire viciado, pasan los minutos, las horas, que son iguales, que son inútiles, horas al servicio de la espera, el tiempo cobra sentido cuando desde afuera se escuchan pasos, que quiebran el silencio en mil pedazos, pasos, respiraciones agitadas, risas, gritos, un disparo, gritos silenciados, risas, respiraciones agitadas, pasos, silencio. Pasan algunos minutos, el hombre se acerca lentamente a la puerta de madera, saca un juego de llaves del pantalon, la abre, la habitación queda vacía, del otro lado alguien ha muerto.
-en éste momento debería estar trabajando en mi creatividad-
pocas cosas tan hermosas como sara tirada en mi cama haciendo nada
con una sonrisa, con sus pestañas gigantes y con poquita ropa
